¡Hay tamales oaxaqueños, tamales calientitos!

¡Hay tamales oaxaqueños, tamales calientitos!

A veces me gusta suponer, imaginar y conocer un poco de nuestra antropología para comprender porque el mexicano es así, me encanta conectar el como nos comportábamos y como lo hacemos ahora. Sin información científica, sino más bien con un ejercicio de comparación y, como ya lo dije, suposición, es posible detectar que históricamente los mexicanos hemos recibo muy bien los ingredientes que vienen de fuera, los adoptamos y adaptamos a nuestro paladar, en este sentido, el mexicano es flexible y no le tiene miedo a la exploración gastronómica, considero que de ahí radica toda la riqueza culinaria que poseemos. Ya he descrito el pozole, pero así es posible encontrar otros ejemplos, uno de esos históricos es el taco al pastor, icónico de la Ciudad de México que tiene su origen en el mundo árabe y turco, que ya cocinaban la carne de cordero marinada y cocinada en un asador vertical, acá en México, se cuenta que en Puebla; una vez más, la carne es sustituida por cerdo y el marinado de vinagre por uno de salsa. Igualmente se puede hablar del mole, que no sólo es producto del encuentro de dos mundos, sino 3 o 4, ya qué en él es posible encontrar ingredientes de América, Europa y Asia; pero el mole no es un platillo icónico de la Ciudad de México, aunque… es un imperdible ir a la calle De la Santísima a cualquiera de sus locales oaxaqueños y comer una tlayuda o mole en cualquiera de sus presentaciones.

¡Hay tamales oaxaqueños, tamales calientitos!
El sincretismo sucede cuando dos ideas opuestas se unen y crean una tercera, como ya mencionaba en el caso de la comida, el shawarma que llega de Oriente a Puebla y termina convirtiéndose en el taco al pastor o el pozole que más allá de la prohibición de la antropofagia se enriqueció con la adición de hortalizas y especias llegadas en barco; en mi opinión, pienso que el tamal de la Ciudad de México, del Centro Histórico, del espacio de los mexicanos, el de los magos del sincretismo… es la mejor manera que hemos encontrado los chilangos de conciliar nuestra relación con el viejo mundo, es ahí donde el maíz y trigo, el chile y el cerdo conviven sin reparo y sin odio; sin este encuentro qué sería de nuestra guajolota.

En realidad, si lo reflexionamos, gran parte de la comida mexicana contemporánea es producto del sincretismo culinario que sucedió hace 500 años y se concretó con el paso del tiempo, pocos fueron los platillos originales del México prehispánico que se han mantenido en su forma original, de algún modo me gusta imaginar que en gran medida se debe a esta idea que tengo del mexicano culinario que no le teme a la transformación, a la exploración, a la falta de respeto que le tiene a la autoridad gastronómica, o lingüística por ejemplo, e incluso no le espantan a las aberraciones, las adopta y deja ir cuando descubre otra.

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